miércoles, 12 de agosto de 2009

Instinto de supervivencia.


Que yo digo que a estas alturas ya debería saber que la gente finalmente te decepciona, y también debería haber dejado de apostar tan fuerte por las cosas, haber dejado de esforzarme en esforzarme para que todo salga bien, y haber dejado de querer.


Pero, sin embargo, necesito creer que no todo lo que parece malo es malo, al igual que que no todo lo que parece perfecto termina siéndolo.

Porque el otro día se me cayó la tostada, y no fue por el lado de la mermelada.


Y entonces te paras a pensar qué porcentaje (y pensé en porcentaje porque el lenguaje clínico y matemático te aleja automática e irremediablemente de los sentimientos más puros, profundos y secretos) de las cosas por las que creíste acabaron desvaneciéndose y cuáles por las que no apostabas te sorprendieron.


Tendemos a valorar más un mal día que un buen instante.

Y ahí está el error. Y yo lo recuerdo, te recuerdo (a ti, y a ti, y a ti, y a él) y ni siquiera debería tener capacidad de llorar por algo.

Pero lo cierto es que la tengo.


Sólo buscamos la perfección. Pero la perfección es, desde luego, subjetiva.

Pero aún así sigo pensando lo mismo que ayer y que hace un mes.

Que ahora no sabría decir qué es.

Pero es.


P.D.: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA NO ME JODAS, VAMOS.