miércoles, 27 de octubre de 2010

Y la seda se convierte en un papel de fumar.

Y yo sé que estás mirando al suelo, buscando no sabes qué que sabes que has perdido mientras yo me termino tu cena.
Pero no te preocupes, he tenido la decencia de recogerlo todo, para que, cuando vuelvas a casa, no encuentres las miguitas en el mantel que te recuerden que tienes hambre.

Después entrarás en la ducha a quitarte la conciencia con la espuma, y te meterás en la cama a dar vueltas hasta que ya no sepas qué pensar y acabes por dormirte.

Y, por la mañana, con un poco de suerte no recordarás lo que has soñado, porque seguramente no te iba a gustar nada, por un motivo o por otro y pensarás qué estamos haciendo bien para que vaya un poquito mejor que muy mal (que es de lo que debería ser) mientras miras por la ventana esperando que un rayo de sol te dé la respuesta que tú pareces no encontrar.

Mira, ya sabemos lo que se te perdió la noche anterior.

martes, 26 de octubre de 2010

Un sorbito.

Recuerdo el sentimiento de ingravidez en aquel avión. Exactamente el mismo que tenía él al verla aparecer por aquella puerta de cristal cada tarde.

Resulta que, casualmente, como le apetecía pensar a él, lo mejor de cada tarde desde hacía algunos meses, exactamente los que hacía desde que la vio por primera vez, lo mejor de cada tarde era leer el periódico mientras, de reojo, miraba las escaleras por las que ella bajaría tarde o temprano, con un enorme bolso lleno hasta explotar colgado de su brazo.

Ni siquiera se planteaba si algo iba demasiado mal (o bien). Porque planteárselo significaba reconocerse que ya había un problema.

Aquella tarde, sentado en su lugar de siempre, esperando no ser visto, o ser mirado. Una de las dos.

lunes, 25 de octubre de 2010

Fue bonito, mientras no duró.

A veces parece como si tuviera todo el tiempo del mundo para reír, y sonreír (que no es lo mismo) y querer mucho lo que no tengo y lo que no sé si podré tener. Y no sólo hablo de mis no zapatillas.

Otras, en compensación, parezco la misma persona cuya alma abandoné hace unas semanas, metida en su mismo cuerpo, pero en otra habitación.

Definitivamente, esto de ser bipolar a tiempo parcial es una ventaja. Al menos si lo comparamos con la otra opción, que sólo tenía un polo. Y no de limón.

domingo, 10 de octubre de 2010

Con cuentagotas.


De pequeñas, todas las niñas se supone que sueñan con príncipes azules muy guapos, sabios y caballerosos que las salvan de una muerte atroz vía fogonazo de dragón, manzana envenenada o muerte súbita. Sin embargo, yo preferí sufrir desde la infancia, para que no pudieran decirme después que la adolescencia nos vuelve idiotas. Yo es que vine tonta de serie. Y sin cinturón de seguridad.
Una lástima.

Aún no me he atrevido a pulsar 'Voy a tener suerte!' en Google porque no quiero fastidiarles el invento y que luego vengan aquí con demandas. Por eso, cualquier atisbo de felicidad me hace estremecer hasta límites insospechados. No me gusta no creer en lo que de hecho creo, pero menos aún me gustaría recaer en el sentimiento de sinsentido vital que es, a su modo, una muy cruel forma de vida que, también a su modo, te hace asumir un letargo sensorial de dimensiones realmente gigantes.

Hacía mucho, mucho tiempo, que no sentía la punzadita ahí, donde siempre, en ese lugar que no es órgano, ni músculo, ni hueso, ni sangre.
Ahí, donde el alma, muy de vez en cuando me dice que esta vez quizá debería entrar a Google y pulsar mi suerte.