viernes, 18 de diciembre de 2009

Labrado en el hueso.


La gente dice que sólo se vive una vez. Pero la gente se equivoca en eso, al igual que se equivoca en todo. El los momentos de mayor oscuridad antes del alba, una mujer regresa a su cama.

¿Qué vida lleva? ¿Es la misma vida que esa mujer llevaba hace media hora? ¿Hace un día? ¿Hace un año?


¿Quién es ese hombre? ¿Llevan vidas separadas o es la misma vida?

Se avecina una tomenta que todavía está lejos en el horizonte.



La idea de perder tanto control sobre la felicidad personal es insoportable.

Ésa es la carga. Al igual que las alas, tienen un peso. Un peso que notamos sobre la espalda.

Pero son una carga que nos levanta, una carga que nos permite volar...

lunes, 16 de noviembre de 2009

Precisamente eso.


Últimamente sólo escribo cuando estoy triste. O mejor dicho, cuando la única forma para dejar de estarlo es apuntar en un 'papel' lo que me gustaría gritarle al mundo.


¿Sabes qué?

Por espacio de unas pocas horas, que si lo contabilizas en segundos parece incluso una cantidad de tiempo importante, podremos ser lo que queramos.

Ni lo que somos, ni lo que nos resignamos a ser. Seremos exactamente el alter ego más profundo y escondido, el que sólo te atreves a sacar a la luz cuando pierdes el control de tus actos.


Durante miles de centésimas de segundo, sonreiré mucho, y muy de verdad, y me brillarán los ojos de nuevo, y no para echarme a llorar.


Durante CASI infinitas micromilésimas de segundo pienso borrar del diccionario el verbo llorar, el sustantivo llanto y el adjetivo triste.

Durante CASI infinitas nanomilésimas de segundo seré tan feliz que podría parar el mundo en una carcajada sólo por verte tan feliz como imagino que puedes llegar a serlo.


No sé muy bien a quién va dedicado este texto.

Pero mis ojos se han humedecido, y he de parar de escribir antes de verme obligada a pronunciar mis palabras tabú.

jueves, 8 de octubre de 2009

Que no.


Que no te quiero cambiar, ni que me devuelvas mi dinero.

¿Acaso antes te habían dicho antes algo semejante?


Que no se trata de que seamos lo que no somos, que no se trata de que huelas a un aroma que impregne mi ropa o sepas más dulce.
Que no te pido que hagas nada, ni siquiera que dejes de hacer algo.


Te pido algo más simple, que no estarás dispuesto a darme.


Un día te das cuenta de que no va a haber humano que te entienda, si ni siquiera se han inventado las palabras que hagan posible que alguien ajeno a esto pueda sentirlo desde fuera, viendo como no me miras, y no te miro, y nos miramos.


AMÉN, que no amen.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Más.


También podría buscar lunares en cada poro de su piel, y recorrerlos con el dedito.


'Más' es la palabra que me vino a la cabeza la última vez que le vi, hace mucho, mucho, mucho y muy poco a la vez.

'Más'.


De repente todo era muy grande, inmenso, y yo cada vez más chiquitita. Pensé que podías pisarme si querías, que si no lo habías hecho ya era por pura compasión y que estabas esperando a que me quedara dormida para intentar hacerme menos daño.

Porque lo único que tenías claro es que me ibas a pisar, tal y como yo pensaba. Pero yo sólo lo pensaba y tú eras el único que lo sabía.


Soy totalmente consciente de que ya has levantado el pie del suelo y que el siguiente movimiento será volverlo a apoyar, y aunque es posible que así ocurra, no garantizo que siga debajo, aunque sólo lo diga por intentar demostrar poco afortunadamente lo grande que debería ser mi ego.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Carta de una desconocida.


Querido mío:

Me gusta mirarte. Sé que es un comienzo demasiado fuerte para tratarse de una carta sin remite y sin firmar, pero es así y después de tanto tiempo, sentía la necesidad no sólo psicológica, sino física de decírtelo.
Me gusta mirarte sin que me veas, o como si supiera que soy invisible a ti. Eso sería magnífico, ¿sabes? Así no tendría que preocuparme de que en un instante te dignes a volver tu rostro hacia mí y te encuentres con mi mirada.

Me gusta cómo me miras. Sí. Es lo que más me gusta del mundo. Cuando de repente me doy cuenta de que significo algo en tu vida, aunque sea por un momento.
Porque mientras haces eso, mientras me miras, no haces otra cosa.
¿Cuántos segundos habré ocupado tu pensamiento? ¿Alguna vez te habré quitado el sueño?

Total, sólo me miras.
Quizá sea para ti solamente un rostro más al que mirar. Igual nada más pretendes que me crea que te gusta mirarme. No lo sé.
¿Cómo iba a saberlo?

De vez en cuando, una vez entre un millón, y durante una milésima de tiempo, nos miramos. Es algo insoportable, creo que cuando eso ocurre es como si no tuviera secretos para ti.
Lo que más quiero es eso, que me conozcas. Que me conozcas de verdad, y que lo sepas todo de mí y yo de ti.

Pero eso es pedir mucho.
Dudo que esta carta se autodestruya, así que simplemente la romperás tú, que es otra bonita forma de acabarse.
Que la mates, como podrías hacer conmigo sin yo oponerme.

De vez en cuando me besas...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Hasta la última corchea.


Me podría haber quedado allí toda la vida. Hasta que un buen día tratara de levantarme de tu lado y comprobar que mi pelo era ya cano y había arruguitas en mi cara.

De verdad, si me hubieran dejado elegir, habría querido eso.


Pero como las mejores cosas, las que más queremos, se esfuman sin darnos cuenta.

Te vas como el humo de uno de esos cigarros mientras a mí me pisas con el pie para apagarme.


Eres tan especial, que pareces como todos.

Te odio, te odio, te odio tanto.


Fíjate si te odiaré, que me has quitado lo único que me quedaba: las palabras.

Te odio mucho y muy fuerte, te odio por quererte y por haber conseguido que me deje de querer.

domingo, 30 de agosto de 2009

Me he vuelto nihilista.


Tengo tres folios por las dos caras escritos por mí para ti. No, mejor sería catalogar ese texto inacabado como el principio del comienzo de un monólogo para un solo espectador, que eres tú.

Y mientras suena, en modo aleatorio, y por supuesto, en el de autodestrucción, 'A cualquier otra parte', me tienes en el minuto dos de este último día del mes de agosto, que tanto me quiere recordar, aunque no pueda, al de hace un año.

En el fondo no envidio ni extraño la comodidad de la ignorancia, o de la carencia de afecto por nadie, y mucho menos por algunas personas, pero de vez en cuando necesitaría que alguien, que tú, por ejemplo (no demasiado al azar, he de reconocer) me inyectara la dosis de fuerza que me dejo por el camino mientras utilizo la memoria como arma arrojadiza.

Sólo me salva que es lunes. El lunes treinta y uno de agosto, fecha que retumba en mi cabeza desde lo que me parecen tiempos inmemoriales, y en las baldosas de mi cocina, mientras yo buscaba tu mirada en mi reflejo del horno a las tres de la mañana de un viernes víspera de examen.

De verdad, no sé qué afición es ésta de hablarte para que no te enteres.
Menos mal que no eres el único con quien me pasa. Si no, lo consideraría un síndrome.

Como los cariotipos con el de Turner, el seis de mayo, unas horas antes, cuando vivía en la paz y en el sentimiento más profundo, más sincero y más idiota.
Paradojas de la vida.

Si te digo la verdad, no sé ni lo que he escrito.

lunes, 17 de agosto de 2009

Una de las últimas.


El error está en decir que será la última vez que piensas hacer algo:

La última calada al último cigarro.

El último sorbo al último cubata.

La última lágrima por el último hombre al que piensas querer, y así sucesivamente.


En el momento, en ese momento, te parece lo más sencillo del mundo: tirar el cigarro al suelo, echar el humo que no se han tragado tus pulmones cada vez más negros, pisar la colilla y mirar como la ceniza, tus últimas cenizas antes de la incineración, se impragnan entre el dibujo de los adoquines; apurar el trago, exprimir los hielos, dejar el vaso en la barra, y pensar que con ése último ya te entrarán todas las ganas de reír que se llevó la penúltima lágrima (no seas tan ilusa de creer que el resto se habían secado) que secaste con tu mano en tu mejilla derecha un milisegundo antes de que él te desubriera esperándole en silencio.


Y en ese momento, justo en ése, te ves capaz de todo, de decirlo, de gritarlo, de inventar ideas y planes descabellados que te parecen fabulosos.

Entonces, justo entonces, pasa algo.

Te das cuenta de que lo que tú quieres quizá no es lo que nadie espera.


¿Quién quiere esperar?

¿Quién quiere esperarme?


Y aquí estoy, en una de las últimas veces que lo pienso y no lo digo, que lo digo y no se nota, que se nota y no lo entiendo.


Que si pudiera elegir otro vicio diferente, créeme que lo haría.

Pero ya sabes cómo van estas cosas, y el primer paso es reconocer la adicción.


Llevaba razón: Eres perjudicial.




viernes, 14 de agosto de 2009

CENIZA.


Es lo que queda después de cualquier fuego, creo.
A veces parece que ya no quedan ascuas, que no está el horno para bollos, porque ya no hay con qué calentar.
Así que en ausencia de calor todo se enfría, comenzando por las sonrisas y acabando por las palabras.

Y es terrorífico contemplar la escena dantesca en perspectiva panorámica.
Y fíjate cómo será mi estado interno que ni siquiera conozco con exactitud cuál de todos aquellos espectros de dolor es el mío.

Y ahí estás tú, mirando. ¿Por qué nunca me doy cuenta a tiempo? Quiero decir, ¿por qué nunca sé qué hacer cuando llega el momento en el que tu mirada se fija en la nuestra y la tuya entristece por ver la nuestra que se ha perdido?

Confiaremos en que nuestra hoguera no se apague nunca, que tengamos mucha leña y le demos mucha caña al mono.
Necesitamos un acto de fe importantísimo en lo sucesivo, para mezclar lo onírico con lo real, a ver si así se hace más llevadero.

Y ahora me toca descifrar cuál de todas tus desgracias es la mía.
Porque, en realidad, podían ser varias.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Instinto de supervivencia.


Que yo digo que a estas alturas ya debería saber que la gente finalmente te decepciona, y también debería haber dejado de apostar tan fuerte por las cosas, haber dejado de esforzarme en esforzarme para que todo salga bien, y haber dejado de querer.


Pero, sin embargo, necesito creer que no todo lo que parece malo es malo, al igual que que no todo lo que parece perfecto termina siéndolo.

Porque el otro día se me cayó la tostada, y no fue por el lado de la mermelada.


Y entonces te paras a pensar qué porcentaje (y pensé en porcentaje porque el lenguaje clínico y matemático te aleja automática e irremediablemente de los sentimientos más puros, profundos y secretos) de las cosas por las que creíste acabaron desvaneciéndose y cuáles por las que no apostabas te sorprendieron.


Tendemos a valorar más un mal día que un buen instante.

Y ahí está el error. Y yo lo recuerdo, te recuerdo (a ti, y a ti, y a ti, y a él) y ni siquiera debería tener capacidad de llorar por algo.

Pero lo cierto es que la tengo.


Sólo buscamos la perfección. Pero la perfección es, desde luego, subjetiva.

Pero aún así sigo pensando lo mismo que ayer y que hace un mes.

Que ahora no sabría decir qué es.

Pero es.


P.D.: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA NO ME JODAS, VAMOS.

lunes, 10 de agosto de 2009

Idiota.


El lugar menos idílico, el momento menos perfecto, la sugerencia más tentadora y la respuesta más incongruente.

Todo eso puede pasar simultáneamente en una vida sin apenas darte cuenta.


Ya tendrás luego tiempo para arrepentirte, querer volver al instante y cambiar el dato que lo echó todo a perder.

Pero nunca en el momento, porque eso significaría que tienes la sangre fría y la cabeza en su sitio.

Y que no me digan que me controle, porque yo me dejo llevar.

Aunque tú no lo notes, ya lo noto yo por dentro. Cuando, de repente, todo se apaga y me quedo mirándote de reojo.


Cuando me descubro bastante más triste de lo aconsejable, con un nudito en la garganta que hace tiempo no sé soltar.

Seguramente no sería tan difícil si no fuera porque a veces creo que me encanta sufrir por ti, la dosis individual de droga dura que es más adictiva y más 'cara' que cualquier otra.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Apaga la luz a la niña.


Veamos.

Esto puede parecer fácil de escribir, sí, pero no lo es en absoluto.

No lo es porque no se lo estoy escribiendo a un papel, ni a un medio cibernético, te lo escribo directamente a ti mirándote a los ojos, porque puedo perfectamente, no te creas que no.


Necesitaba escribir. A veces me pregunto lo bien que estaría si todo lo que me da miedo decir lo pudiera hacer escribiendo.


Total, con lo fácil que era, con lo simple que era pronunciar semejante obviedad, con el poco esfuerzo y con el gran alivio que podía haber costado decirlo, y te callas.

Te callas tú y me callo yo.


Y encima, qué gracioso es todo, lo único que me salva es lo único que me destruye.

Suele pasar, creo.

O quizá sea cosa mía, también.


Preferiría borrar cierto día. A veces lo creo.

Pero está claro que si no fuera ése, habría sido otro.

Y está claro que era inevitable, que se veía venir y que el círculo se cuadra, otra vez.


Llegaremos al número áureo, o el infinito, que no es un número, pero es un símbolo, en su defecto. Hasta que alguien -que no seré yo- decida ponerle fin a esta peculiar forma atarse a la nada más absoluta.


A veces me planteo si no seremos un pasatiempo -y nunca mejor dicho- donde hay que encontrar las siete diferencias.

miércoles, 29 de julio de 2009

El recuerdo ochenta.


El mejor recuerdo que tengo tuyo es intangible.

El segundo, también.

Y el tercero.


Quizá haya que llegar al número ochenta, que suma ocho, para llegar al primer recuerdo material que pertenece a ti.

Y es algo estúpido, supongo. Es estúpido e infantil. Y, por tanto, bonito.


He pensado muchas veces (las que me sorprendo manteniendo discusiones conmigo misma por tu culpa) en por qué no me deshago del recuerdo ochenta.

O, mejor dicho, por qué no me deshice de él en su día, cuando aún tenía... remedio.


Por qué no acabó en aquél cenicero, en su casa, por otro lado, aquel nueve de abril.

Y por qué siempre supe, desde el tres de septiembre anterior, que jamás podría sacarlo de su casa, porque nunca he podido desahuciar nada que haya venido de ti.


Me estoy corrompiendo por dentro.

Porque cuando algo mío, tan mío, que soy yo misma, ya no pertenezco por completo a mí, me pierdo, me sigo perdiendo y me voy a perder.


Y lo preocupante es que, de momento, no quiero encontrarme.

domingo, 26 de julio de 2009

Como el peor de los virus.


My eyes finally wide open up
My eyes finally wide open shut
to find the found of sound
That hears the touch of my tears


Tampoco quería mentirte, pero no podía decirte toda la verdad. Así que decidí callarme la mitad de las cosas que tenía derecho y deseo de contarte.

Dije la mitad, la mitad de la mitad.


¿Y adónde nos lleva esto, otra vez?


Smells the taste of all we waste
Could feed the others
But we smother each other
With the nectar and pucker the sour


Que no siempre es elegir, o elegirte. Que no siempre puede -casi nunca- ser lo que yo quiero. Y luego todo se aparece de golpe, sin aviso y sin barrera para protegerme del golpe.


Que primero me bajas las defensas y, como el peor de los virus me atacas.

Hasta dejarme casi inconsciente.

It's a long lonely journey from death to birth


Justo me da tiempo a abrir los ojos y comprobar que respiro.

Lo siguiente que suelo ver es, nuevamente, tu mirada clavada en la mía, hasta la próxima vez que decidas matarme.

sábado, 25 de julio de 2009

De todas formas.


Llevaba (y no digo él, ni digo ella. Digo YO) toda la vida para oír las palabras, esas palabras, refiriéndose a mí.

Y cuando parecía que todo lo que había imaginado (decir ''soñado'' me parece pasarme con la dosis de crueldad) se quedaba corto ante la realidad, se esfumó.


Se esfumaría, exactamente, cinco días después.

120 horas seguidas de plena felicidad que quedarían relegadas por el desconsuelo y la angustia posteriores, que sólo hacían prever una ardua recuperación para poderme permitir el lujo de caer de nuevo.


Yo no contaba entonces con no levantarme del suelo.

Y me senté. Estaba totalmente convencida de que podría caminar. Levantarme, y caminar. Pero no quise.

Preferí sentarme a esperar el futuro mientras pensaba en el pasado.


Hay días en los que creo que cualquier momento sería mejor que el que es.

Y cuando más das algo por hecho, o incluso por perdido, más me sorprendo de nuevo.


Y no quiero creer. Ni querer. Ni caer.

Por eso sigo sentada, esperando, muy seguramente, a que vengas tú y me des la mano, aunque sólo sea para no tener que agacharte para ver como lloro.


martes, 30 de junio de 2009

Resulta que...

Resulta que llega un día en el que te conformas con cualquier mínimo atisbo de sonrisa por su parte, con una mirada de refilón mientras hace como que mira hacia otro lado.

Llega un día en el que te das cuenta de que ya no sabes cuándo fue la última vez que te abrazó, porque en el fondo tú le abrazas todos los días.

Llega un día donde decides declararte en zona catastrófica y rendirte a la evidencia.

miércoles, 10 de junio de 2009

Hoy escribo yo.

Porque yo también me canso.
Me canso de mí, y de ti, por este orden.
Bueno, me canso de todos. Pero de mí la primera.

Y de toda la gente que cree que me trae la última noticia.
Porque me hacen sentir idiota. O más bien, me hacen pensar que creen que soy una imbécil sin remedio. Que vale, que sí, que lo seré.
Pero es cosa mía.

Ojalá todo fuera tan fácil como las personas más difíciles lo pintan.
Pero todos sabemos que no.
Que aunque no quiera llorar, acabaré llorando.
Y ahora que no puedo, tendré que poder, sólo por sentirme tan mal como me dicta la conciencia.

Ya no te dejan ni ser infeliz.
No te dejan vivir en tu profunda desgracia compartida y eludida.
No te dejan sentirte bien a ratitos pequeños y mal durante temporadas.
No te dejan darte de bruces contra el suelo porque están para protegerte.

Y yo me pregunto: ¿De qué?
¿De qué peligro que no quiera tener me vais a proteger?

Casi nunca pido a nadie que me comprenda. A veces prefiero ser yo la única que tenga potestad para odiarme por lo que pienso o siento.

Cuando se te va todo absolutamente de las manos, cuando debes leer ese libro sobre las cadenas de aminoácidos, pero tienes la cabeza fuera de tu habitación, de tu casa, de tu ciudad, de tu vida.

Cuando tu vida deja de ser propiamente tuya para quedarse en tierra de nadie.
Esa tierra donde he vivido todos los días de mi vida.
Todos, menos diez.

domingo, 4 de enero de 2009

Fíjate.


Hola, querido ser desconocido.

Digo querido en tono de cortesía, porque realmente no te quiero. (¿Cómo iba a quererte si ni siquiera te conozco?)

Yo soy Laura, y tú... tu serás W.

Sí. W. Porque X ya es alguien, por lo que tú no puedes ser X.


Sí, hasta ponerte nombre es complicado.

Son las cosas que pasan cuando no puedes... o no sabes cómo... o no quieres darte cuenta... o estás hecha pedazos por dentro y tratas de que no se te note.


Realmente lo que me pasa no es tan grave como pienso a veces (veces como hoy) pero sí que es más de lo que pienso casi siempre.

Las malas rachas llegan, y pasan.

Pero ésta es de las que llegan, y duran.

O igual me quejo de vicio. Sí. Eso será.

Como dijo Sara: "Si estás mal es porque quieres".

¿De verdad crees que me puedo tragar semejante idiotez?

Tú, la que me dice que lo bueno que tengo es que cuando me caigo, siempre acabo levantándome con una sonrisa y con más ganas que antes. ¿Tú eres la que me lo dice?


Supongo que a estas alturas, querido desconocido... digo... W, eso, sí, querido W, ya te podría decir abiertamente y con todo tipo de asteriscos que te quiero mucho, ¿no?

Sí, hombre, algo así: tQ**!

Pues eso. Que después de esta bonita charla.. ¿Qué menos?


Como lo odio.

Como odio los "te quiero" falsos.

No, pobres "te quiero". Ellos no son los falsos, sino los que los pronuncian.


Yo no quiero a casi nadie.

A casi casi nadie.

Y estoy muy orgullosa, porque a quienes quiero, les quiero con todas sus consecuencias.


La gente antes de conocerme, querido W, cree que soy borde.

Sí. Que tengo cara de borde. Dicen.

Luego se ve que al hablar conmigo cambian de idea, y deciden confiar en mí y decir que me quieren mucho.

Sí, es que soy una chica superrrrrfeliz. ¿Verdad? Claro. Sí, exacto. La chica feliz que escucha los problemas de la gente. Ésa soy yo.

A mí me gusta escuchar, querido W, no creas que no. Me gusta. Me gusta mucho.

Me gustan las cosas raras. Sí, de eso no hay duda.

Me gusta lo complicado, y me empeño en que no sea fácil NADA de lo que me pasa.


Me complico demasiado la vida para lo fácil que funciono.

Sí. Porque yo debería ir con manual de instrucciones.

Algo así como "usar y tirar".

Sólo que a veces ni siquiera me usan. Sólo me tiran.

Si lo miras, sacada de contexto, la última frase es hasta graciosa.

Sí, si hoy no fuera hoy, ahora iría a escribirle a Ana, la de la cara azul Prusia, la chica de las mandarinas (¿Pero qué cojones?): Ana. La única que hay. Ana.

Y le diría lo que he puesto y lo acompañaría de muchas "JAJAJAJAJAJA" así, en mayúsculas, para remarcar lo bien que me lo paso sola escribiendo mierdas.


Pero hoy es hoy.

Y hoy es un día en el que ni siquiera he llorado.


No te odio.

Porque no quiero.

Y porque en el fondo, no merecería la pena.

No te odio.

Porque no sé.

Nadie me ha enseñado, y no le he puesto muchas ganas.


Sólo quiero.

Y quiero.

Y no dejo de querer.


Sí.

Ése es mi problema.

Querer lo que no puedo tener.

Tener lo que no quiero no es una opción para mí.

Así que no tengo nada.



NADA.