lunes, 22 de noviembre de 2010

Pensar en alto, hablar bajo.

Aquella noche, como todas las demás, se besaron en cada farola, en cada columna, en cada rincón de aquella ciudad que les parecía nueva y más bonita cuanto más se abrazaban.

Nunca se habían querido, creían. Pero necesitaban su dosis de instantes en los que dejarse llevar y no querer destruirlo todo.

La lluvia mojaba todos y cada uno de los poros de su piel, su pelo y su ropa. Estaban empapados en esa desesperación de quien ya no busca nada.

Podrían haber estado diez años en aquel portal, comiéndose a besos. Podrían haber ido a fumarse la calle, o a quemar cada cachito de sus almas contándose las miserias que se encargaban de ocultar cada una de las más de cincuenta madrugadas que ya habían pasado juntos.

Podrían haber hecho eso. Cualquiera de esas cosas habría estado mejor que lo que en realidad ocurrió: aquella noche se enamoraron. Se enamoraron el uno del otro, del temor a equivocarse, del olor a lluvia impregnando las fachadas, de las baldosas, de la luz de las farolas. Se enamoraron de la tristeza de necesitar un cuerpo junto al suyo de vez en cuando, de la niebla, del vaho que salía de sus bocas en la primera noche que se dijeron 'te quiero'.

1 comentario:

ewa ewa! dijo...

Se enamoraron de la tristeza de necesitar un cuerpo junto al suyo de vez en cuando, de la niebla, del vaho que salía de sus bocas ...
ais, me tienes que explicar el por qué de la etiqueta ASQUEROSIDAD, porque este texto es TODO menos eso.

Tunrneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer :) Adoro cafeses como el de hoy