sábado, 26 de marzo de 2011

Time to pretend.

Cuarenta y ocho horas pegada a un termo de café, agarrada a un libro cutre, de esos que nunca apetece leer, a una cajetilla de tabaco y al aire que me entraba entre los brazos cuando trataba de abrazarte.

Pero no estabas, así que todo lo que podía tomar entre mis manos se evaporaba con el humo del siempre penúltimo cigarro, acurrucada en mi rincón favorito de la cama, desde el que podía contemplarnos cien millones de veces, y luego una más, antes de abrir la ventana para congelarme con el viento de un diciembre más frío de lo normal.

Esa canción sonaba constantemente, en la radio y en mi mente, y la cantaba afónica pensando en que, quizá, si me concentraba, podrías pensar por un momento lo mismo que yo.

'Mañana por la mañana lo dejo', pensaba, 'este es el penúltimo recuerdo'.

No hay comentarios: