sábado, 30 de abril de 2011

De todas formas.

Recuerdo que comimos castañas, que hacía demasiado frío para ser principios de noviembre y que te reías mucho porque no paraba de tropezarme por culpa de la suela despegada de mi zapatilla izquierda.

Y, aunque siempre pienso que era de noche cuando me acuerdo, creo que no eran más de las cuatro de la tarde.

Te adelantaste al reloj, a la alergia de la primavera y te fuiste con la primera ola del verano. Luego escribí todo lo que tenía que decirte en un montón de hojas secas cuando llegó el verano y soplé muy fuerte para que las leyeras desordenadas y a destiempo.

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