lunes, 9 de mayo de 2011

En tu nevera.

La chica más triste del mundo miraba un punto de gotelé de la pared que tenía enfrente. Tenía la televisión encendida, pero se había cansado de escuchar las miserias de otros cuando ella tenía tantas.

Se había olvidado de sonreír, y ya no recordaba cuándo las comisuras de su boca se habían ensanchado por última vez para soltar una sonora carcajada.

El chico fabuloso abría la nevera por tercera vez en la tarde, esperando encontrar algo que echarse al estómago que le quitara el dolor de conciencia. Entre las dos latas de cerveza barata y el plato cubierto con restos de pollo de la comida encontró el último brick de zumo de piña que ella había llevado antes de decirse adiós.

Menuda tontería.
Lo cogió con su mano derecha, mientras con la izquierda se rascaba la cabeza como hacía siempre que sentía que algo estaba fuera de lugar.

La chica más triste del mundo apagó el televisor, cogió el libro de la estantería y se tapó con una manta de lana blanca. Nunca había tenido tanto frío haciendo tanto calor. Abrió la primera página y de ella cayó el marcapáginas plastificado con la dedicatoria de un maldito hijo de perra.

Menuda tontería.
El maldito hijo de perra y el chico fabuloso venían a ser la misma persona.

Dos días después, se encontraron en la parada del autobús. Ahora, la chica más triste del mundo viene a ser una maldita hija de perra.

Menuda tontería.

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