sábado, 9 de abril de 2011

Siete años en Marte.

Nunca pensaste que te cruzarías con él esta noche, ni que fuera consecuencia de lo que pasó por la mañana, cuando eras unas horas más joven y unas cuantas neuronas más inteligente.

Siempre tuve miedo a que te olvidaras de mí, de mi voz, de cómo te miraba cuando te veía y de cómo me hacía la loca cuando me mirabas tú a mí.

Nunca pude soportar el brillo de tus ojos. Me hacías tropezar a cada paso, y me hacías sentir torpe, inútil y un montón de adjetivos calificativos peyorativos más.

Siempre supe que me quedaría con las ganas y, aún así, lo tomé como costumbre.

Ahora que ya no vivimos en el mismo planeta, me gustaría cambiarlo todo desde el minuto uno. Y esta vez no es por ti, es por mí.

De todas formas, me encanta poder mentirme lo suficiente como para poder desayunar tostadas sabiendo que alguna vez dejará de caer por el lado de la mantequilla.

2 comentarios:

Desastre Inusual Ideal dijo...

Viajar tanto nunca te había sentado tan bien, o eso pensé la primera vez que te vi en el transbordador, mirabamos la luna de cerca y la tierra allí a lo lejos y tú me preguntaste

¿Cómo serán las estrellas desde marte?

Y allí, los dos sentados, viajando hacía no sé qué planeta supe, que aunque no te volviese a ver, siempre serías mi ley de grabitación universal.


Desde Venus con amor

Don Nadie dijo...

Mola :)