martes, 26 de octubre de 2010

Un sorbito.

Recuerdo el sentimiento de ingravidez en aquel avión. Exactamente el mismo que tenía él al verla aparecer por aquella puerta de cristal cada tarde.

Resulta que, casualmente, como le apetecía pensar a él, lo mejor de cada tarde desde hacía algunos meses, exactamente los que hacía desde que la vio por primera vez, lo mejor de cada tarde era leer el periódico mientras, de reojo, miraba las escaleras por las que ella bajaría tarde o temprano, con un enorme bolso lleno hasta explotar colgado de su brazo.

Ni siquiera se planteaba si algo iba demasiado mal (o bien). Porque planteárselo significaba reconocerse que ya había un problema.

Aquella tarde, sentado en su lugar de siempre, esperando no ser visto, o ser mirado. Una de las dos.

2 comentarios:

rottenclementine dijo...

Sorbito de rock'n roll.

-mogenes-

ewa ewa! dijo...

A pequeños sorbos, los pequeños detalles...

Adicta a los pequeós detalles.