domingo, 9 de enero de 2011

(In)Con(s)ciencia.

Se me siguen ocurriendo dos mil formas de matar, de matarte, de matarme, de matarnos.

Como ayer, como esta mañana y como cuando no te conocía.

Siempre te he querido matar. El solo pensamiento de que pudieras existir en esta vida, que estuvieras ahí inesperadamente esperando a la vuelta de cualquiera de las muchas esquinas que tiene mi vida, me hacía pensar que sería mejor acabar contigo cuanto antes.

Te odio desde que tengo uso de razón. Cuando me despierto los lunes de cualquier mes impar pienso en lo bonito que sería que no estuvieras, o que estuvieras, que viene a ser lo mismo.

Aún así, sigo queriendo morderte por dentro, entero, todas y cada una de las noches el resto de días del calendario.

Pero lo que más me gusta sigue siendo darte una excusa mejor cada vez para que dejes de quererme, de quererme morder. Aunque sea por fuera.

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