sábado, 5 de febrero de 2011

Bajo tus pies

Apoyó la que era su tercera copa en la barra, mientras miraba con tristeza los hielos que flotaban en restos de whisky, deshaciéndose por fuera como él por dentro.

El deseo de llamarla duró lo que el más efímero propósito de año nuevo. Fue entonces cuando decidió que necesitaba subir su dosis de nicotina, y quitarse el miedo con cada calada.

Salió a la puerta, se abrochó el abrigo hasta el último botón, buscó a tientas el paquete casi vació, y sacó un cigarro. Lo encendió lentamente, como si estuviera desnudando a una mujer preciosa, o como un acto ritual de respeto a la muerte que le encantaba provocarse, especialmente en los días de lluvia.

Empezó a temblar y a moverse espasmódicamente. La calle estaba repleta de gente riendo, los borrachos se contaban por decenas, y él estaba solo, tan bebido como el resto, pero solo.

Volvió a recordarla, como algo amargo que pasó hace tanto tiempo que no merecía la pena ni siquiera intentar dar color a esa película en blanco y negro.

Fue entonces cuando levantó la cabeza del suelo, cansado de verse sus zapatos. Ella estaba enfrente, también fumando. Se fijó en sus labios rojos y en la forma que tenían. Los habría querido dibujar en aquel instante a fuego en un lugar muy remoto de su mente, ese al que sólo tienen acceso los recuerdos imborrables.

El humo del tabaco los desdibujaba cada vez que expulsaba el aire, pero él los seguía observando a cinco metros de distancia.

-El cielo se está abriendo- pensó.

1 comentario:

Rebeca Serrada Pariente dijo...

Lo que estaba viendo era una alucinación provocada por un vampiro, pero no de los Cullen jajaja :)