martes, 4 de enero de 2011

Final alternativo a mi historia no totalmente inventada.

Michelle sujetaba la copa de vino en la mano, los ojos a punto de estallar en lágrimas, y unas ganas incontrolables de quitarse el vestido rojo palabra de honor de un tirón, y con él la mentira de la que estaba siendo parte protagonista y salir corriendo.

Dave la miraba, con el anillo en la mano, mejor dicho, con todo su sueldo del mes en la mano y una sonrisa de pánfilo que poco a poco se tornó en una mueca de dolor y preocupación.

Ella le había dicho que le quería hacía sólo unas semanas. Unas semanas era poco tiempo como para dejarle de querer. Eso lo tranquilizaba, en parte, mientras esperaba (al igual que el resto del restaurante) su respuesta.

El reloj latía a cada segundo en la muñeca de la chica, que sentía cómo sus pies temblaban dentro de los muy dolorosos tacones deseando salir corriendo de aquel espectáculo dantesco.

Es cierto que de su boca había salido aquella fatídica mañana, que parecía pertenecer a otro siglo, que le quería, pero también le había dicho hacía dos horas que creía que iba a llover, y no había ni una nube en el estrellado y romántico cielo que les esperaba fuera, listo para que pasearan bajo aquella estrellada noche. ¿Por qué siempre se tomaba Dave todo tan a la tremenda?

-Michelle, ¿estás bien, cariño?

-Sí.

Había dicho sí una vez, podría decirlo dos. Quizá si pensaba que le había preguntado si quería postre en vez de si quería ser su esposa para el resto de sus días…

-Sí, quiero…

Dave suspiró aliviado, con sonrisa triunfal. El restaurante entero se levantó a aplaudir a la pareja. Michelle se llevó las manos a la cara, llorando.

-…postre- murmuró.

1 comentario:

Co. dijo...

Qué tía más cruel la tal Michelle, le da el caramelo y luego se lo quita!