domingo, 12 de diciembre de 2010

Vamos a medias.

Se sentó en el suelo, en su sitio preferido de todo el suelo del mundo, más bien, a esperar problemas.
Llevaba mucho tiempo esperando comerse la cabeza por algo.

Recordó entonces el día en el que decidió no sufrir. Y lo poco que sabía por entonces de lo que puede hacerte sufrir el no sufrir por nada.

Pensó en ella, y en las tardes a su lado. Pensó en el olor de las sábanas los domingos por la mañana, cuando se despertaba y ya no había nadie a su lado, y cómo le gustaba cerrar los ojos un segundo antes de empezar a llorar y pensar que seguía a su lado.
Nunca había estado a su lado.

La imagen del momento en que cerró la puerta de la que había sido su casa durante tantos años pasó a toda velocidad por su mente. Recorrió uno a uno sus rincones, especialmente el huequito de parqué del salón en el que se reflejaba un arco iris al impactar la luz del sol en la mesa de cristal cada mediodía.

Después de todo, quizá estuviera muy lejos de su trocito preferido de suelo del mundo.

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